domingo, 13 de diciembre de 2009

Una carrera solitaria

Ayer corrí mi primera carrera en Vietnam, que no vietnamita, ya que la mayoría de los inscritos éramos occidentales, a pesar de que era mucho más barata la inscripción para los locales. Amaneció un buen día para correr, bastante nublado y templado. Se daba la salida a las 8:45, así que me tocó madrugar. Después del cafecito con Carmen, que estaba totalmente dormida, cogí mi bici y me fui a UNIS, el Colegio Internacional de Naciones Unidas, en CIPUTRA, una especie de Bervely Hills en medio de Hanoi. Con el dorsal 251 y una camiseta cutre de algodón me presenté allí, con algo de miedo a ser de los últimos, ya que sólo éramos unos cien corredores. Para que os hagáis una idea, en una carrera popular de Carabanchel participan entre mil y dos mil corredores.
Nos presentaron el recorrido, ya que no habían conseguido cerrar el tráfico, así que afrontábamos una prueba mitad carrera, mitad gymkhana (no existe esta palabra en castellano).

Durante los estiramientos y calentamiento no dejaba de pensar en los que no estarían acompañándome, en Luis, en Esteban y, especialmente, en Dani. Iba a empezar mi primera carrera en SOLITARIO. Me concentré en imaginármelos a mi lado durante todo el recorrido.

Decidí seguir un ritmo alto al principio para probarme. Para mi sorpresa, la mayoría de los corredores se quedó rápidamente. Busqué algún compañero con un ritmo alto. En cuanto entramos en Lac Long Quan, me enganché a un chico calvito y con gafas. Iba algo más rápido de lo que me pedía el cuerpo, pero me servía de liebre. Después de una pequeña cuesta, giramos a la derecha, por el lateral de Au Co, en plenas obras del Plan V (parecido al Plan E, pero mucho más rápido). Tras esquivar un par de motos que no frenaban a pesar de ver tantos corredores, volvimos a girar hacia la derecha, por un camino peor asfaltado. En ese momento seguía tirando el chico de gafas de un grupo en el que íbamos una pareja que parecía anglosajona, una chica con pinta de italiana y el menda lerenda. Pasamos por el kilómetro 2.5 por el Block House, un bar muy conocido de Hanoi y antiguo búnker durante la guerra. En ese tramo el gafitas se nos fue unos diez metros, los anglosajones se quedaron, y yo seguía con la italiana. En cualquier caso, conseguimos ir tirando siempre con la referencia de nuestra liebre con gafas, dicho sea con todo el respeto del mundo. Seguimos por To Ngoc Van, donde yo tuve que aflojar un poquito el ritmo para recuperarme. Al final de la calle, giro a la derecha y ya estábamos en casa, en Xuân Dieu, en mi calle. Mucho tráfico, muchas motos, y a acelerar algo el ritmo. Justo antes de llegar al Syrena, al centro comercial, giro a la derecha, a la calle del My Xao, un plato riquísimo de noodles. Allí estaba mi fan incondicional, Carmen, con una amiga a la que habíamos engañado para madrugar. Gracias a sus ánimos, logré acelerar de nuevo el ritmo para acercarme a la liebre aprovechando una ligera bajada. Cuando llegábamos al lago, en un cruce en el que yo creía que debíamos girar a la derecha, la chica de la organización nos mandó que siguiéramos recto, exactamente por donde había ido mi liebre. Gracias a Dios, el chico americano que iba por detrás nos avisó que había que girar a la derecha, así que pude volver a la ruta correcta sin haber perdido demasiado. Sin embargo, el chico de gafas y algún otro, se fueron por el otro lado y no sé cuánto tiempo tardaron en percatarse del error. ¡Welcome to Vietnam!

A partir de ese momento, comenzó el calvario del lago. Aunque yo había entrenado por esa zona varios días, noté el esfuerzo de la primera mitad del recorrido. La pareja anglosajona se había quedado y la italiana iba detrás de mí, haciendo la goma. Tres kilómetros de sufrimiento, tratando de aguantar hasta volver al Block House, donde estaría a dos kilómetros y medio del final. Me acordé de Dani. Me imaginaba que corríamos juntos, que tiraba de mí, como hacía un año en Carabanchel... Sufrimiento.

Por fin llegamos al Block House y me resulta que ¡sólo quedaba un kilómetro y medio! Así que aceleré, alargué la zancada y traté de exprimirme. Pasamos un camino de tierra que nos destrozaba los cuádriceps con tanta piedra. Giro a la izquierda y, al llegar a una rotonda, me siento perdido: ¡no sabía a dónde ir! Menos mal que, de nuevo, alguien gritó por detrás: ¡a la derecha! Apretar los dientes, subir la cuesta y girar a la izquierda para llegar de nuevo a Lac Long Quan. Noto que viene uno por detrás. Aprieto y el aprieta. Giro a la derecha para entrar en la burbuja de Ciputra. Carmen y Amaya están en la entrada. Gritan como locas. Carmen me dice que voy a batir mi récord. Entramos en el colegio de UNIS y en ese momento me pasa el otro corredor. No me importa. Pienso en Dani. Pienso en Luis. Me imagino que cruzamos la meta abrazados. Tiempo final: 49:04. ¡Octavo en la carrera de 10km! (para rebajar mi ego, con ese tiempo en España estaría de la mitad hacia atrás). Justo a un minuto de mi mejor tiempo, precisamente en una carrera que hicimos los tres juntos hace un año.

Al poco llega mi liebre. Me acerco para disculparme por haber llegado antes. Parece muy agradable. Un par de minutos después llegan Carmen y Amaya. Un gran abrazo, un masaje, un plátano y, juntos, un brunch en el Kitchen.

2 comentarios:

  1. Bonita crónica, si señor, me lleva a mi también a recordar tiempos carabancheleros... ¡como esa carrera pocas¡ Quizás sólo comparable la maratón...

    Gracias por hacerme correr de nuevo. Cuando hablas de que te acordabas de cómo tiraba en Carabanchel, me estaba yo acordando de como tiraste tú de mi en la última carrera tetuanera.

    Eso sí, cuidado con lo de invitar a Carmen a que te anime, porque si se da cuenta de que a la primera de cambio te quedas con la italiana y que luego esta empieza con la goma...

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  2. El domingo se os echo de menos en la san silvestre salmantina... pero nos imaginamos q estabais y quedasteis requetebien :-D

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