Hace un par de semanas contacté con una organización llamada Blue Dragon, que trabaja con chavales de la calle o con familias sin recursos. Me ofrecí como voluntario, aclarando que mi única experiencia relevante había sido como entrenador de fútbol de chicos. Para mi sorpresa, mi perfil encajaba perfectamente, ya que utilizan el fútbol para llegar a nuevos chicos y como actividad de diversión. Así que me pidieron que ayudara al equipo de chicos de 14 y 15 años como entrenador, junto con Diap, actual entrenador y educador social de Blue Dragon.
El domingo fui a mi primer partido. Mientras esperábamos nerviosos a que llegara el autobús, mirando al suelo y deambulando de un lado para otro, algunos chicos intentaban hablar conmigo, haciéndome preguntas sencillas, como mi nombre o de dónde era. Otros me escudriñaban sin cruzar palabra. El resto no parecía estar interesado.
A las 9.45 de la mañana por fin llegó el autobús para llevarnos al campo donde iban a jugar. En el camino pude hablar con un par de chicos y que me explicaran cómo se dice ganar en vietnamita: thắng. Parecían muy convencidos de la victoria.
Alrededor de las 10.15 llegamos al estadio, una instalación enorme con aires de grandeza, pero con sensación de abandono. El campo parecía un descampado donde, en lugar de césped, crecía hierba silvestre reseca. Cuando empezamos a calentar fui plenamente consciente de que yo no sería entrenador. Al tratar de explicar que jugaran un rondo, cuatro contra cuatro me miraron con cara de que les estuviera hablando en chino, o en español, dirán ellos. Así que, con toda la razón del mundo, obviaron mis intentos de explicar qué es un rondo y se abalanzaron sobre la bolsa de las camisetas. Casi me muero de risa al ver que las camisetas azules llevaban dos logos: el dragón azul a la derecha y el escudo del Betis a la izquierda. Por si fuera poco, las camisetas llevaban impresas letras bien grandes: REAL BETIS VIETNAM. (N.A. Jose Antonio, disfruta la expansión imparable de tu Beti'. Recuerda que ahora trabajo para una filial de tu equipo).
A las 10.30, con un calor agobiante, comenzó el partido. El equipo contrario era un colegio francés de Hanoi. Imaginad el contraste: unos chicos que hablaban francés perfectamente con su entrenador contra chicos de familias muy pobres o, a veces, sin familia. Una vez comprendido mi papel de aguador o utillero, me dediqué a seguir el partido con atención y dedicarme solícito con máximo empeño a repartir vasos de agua a los chicos que entraban al banquillo o se acercaban a la banda. (N.A. he descubierto que utillero no está reconocido por la RAE, apesar de ser un término muy utilizado en el argot futbolístico para referirse a la persona encargada de cuidar del material de un equipo)
Desde el comienzo del partido, los chavales de Blue Dragon o Real Bestis Vietnam impusieron el ritmo del partido. El número 5, Zinedine Zidane como se auto-bautizó, y el número 16 dominaban el centro del campo. A los 10 minutos marcamos el primer gol. El resto de la primera parte siguió totalmente controlado por Blue Dragon. Los franceses apenas conseguían llegar al centro del campo. El portero 'francés' paró dos tiros increíbles y otro disparo de nuestro delantero golpeó el larguero.
En el descanso parece que se quejaron de que los chicos contrarios no dejaban de insultarles, aparentemente por su situación social o familiar. Algunos estaban algo nerviosos porque les habían entrado de manera bastante dura. Yo seguía a lo mío: ofrecer vasos de agua y repetir "rât tót", muy bien.
En la segunda parte, cada equipo marcó un gol. Nuestro equipo se estaba desorganizando un poco, así que traté de decirle a Diap en inglés que le dijera al 16 que bajara un poco más, que tratara de ubicarse en la zona de rechace. Además, Zidane volvió al banquillo bastante cabreado después de la enésima entrada dura del equipo contrario. Me acerqué a él y señalándome con el índice la sién, le dije "nghĩ, nghĩ", es decir, piensa, piensa. Al cabo de un par de minutos, volvió al campo, marcó el tercer gol y dio el pase del cuarto y último. Cuando terminó el partido, se dirigió hacia mí, se bebió el vaso de agua que le ofrecí y me dijo enfáticamente, "nghĩ, nghĩ".