martes, 25 de enero de 2011

Lecturas del Este

Análisis del Congreso del Partido. Seguramente pocos sabríais que se celebró en enero. Se supone que es el momento más importante de la política vietnamita. El informe detalla quién entra y quién sale y os dará una idea de cómo se mantiene la armonía dentro del Partido.

Análisis de Chatham House sobre la política china. Interesante esfuerzo para entender un país lleno de matices ideológicos contradictorios, muchos de ellos compartidos con Vietnam.

Artículo de Martin Wolf sobre la convergencia entre Oriente y Occidente. Recomendable para mirar un poco mas allá de la crisis actual.

N.A. Gracias por participar en la adivinanza de ayer. Los ganadores fueron Enrique y Anna (no son los cantantes, que conste). S=Asuntos Sociales y F=Finanza. Repetiré la iniciativa de la adivinanza más a menudo. Parece que os ha gustado. A ver si así se me pega la habilidad literaria de Kundera.

lunes, 24 de enero de 2011

Adivinanza

El martes llegamos puntuales al Ministerio F. El coche sube la rampa y se para en un soportal presidido por cuatro columnas. La entrada debe de medir alrededor de cinco metros de alto por dos de ancho. En la recepción, nos sorprenden solicitándonos una identificación. A cambio, nos entregan un pase con chip electrónico que utilizamos para atravesar los tornos electrónicos más sofisticados, y los únicos, que he visto en Vietnam. En el amplio hall nos espera una chica que parece no llevar demasiado tiempo en el Ministerio, quien nos conduce hasta el moderno ascensor. Subimos hasta el séptimo piso. La sala de reuniones, con capacidad para más de cincuenta personas, impresiona por su elegante madera nueva y tapizados granates. Un cuadro elegante y una planta presiden la reunión. Las mesas oscuras disponen de micrófonos para que se escuchen mejor las intervenciones. Las sillas, bastante cómodas, son algo pesadas, sin embargo, difíciles de mover. La estancia está bien iluminada gracias a los focos halógenos colocados en el techo. Nos saludan protocolariamente los cuatro representantes del Ministerio. Se sientan enfrente de nosotros. Comienza la reunión.

El miércoles nos deja el coche en el aparcamiento del Ministerio S. Entramos directamente al edificio sin que nadie salga a recibirnos. Buscamos la habitación 109. Avanzamos por un pasillo estrecho, con puertas de madera y cristales translúcidos a nuestra izquierda. Asomamos la cabeza, pero en la sala 109 no hay nadie. Escuchamos voces un poco más allá. Finalmente es en la 112. Llegamos a una sala pequeña donde se entremezclan los siete funcionarios del Ministerio con nosotros. Saludo a alguno de ellos en vietnamita, en tono informal. La sala dispone de una pequeña mesa de madera oscura, montada en seis secciones, donde apenas cabemos. Al menos distingo tres tipos distintos de sillas y a mí me ha tocado una un poco incómoda que me impide tomar notas con la espalda recta. En la mesa hay una planta artificial parecida a la de nuestros vecinos y la pared amarillenta necesitaba una mano de pintura desde que echaron a aquellos. Terminan de colocarnos a todos, gracias a una última silla que han sacado de una cocinilla que hay al lado, medio oculta con una cortina. Comienza la reunión.

¿Cuáles son el Ministerio F y el Ministerio S?

domingo, 16 de enero de 2011

El azote

El viernes pasado fuimos a la Cinemateque a ver la película Yi Yi. La historia era más interesante que la película, demasiado larga y lenta, que se regodea en algunos planos, algunos de ellos demasiado alejados como para ver los rostros y adivinar los sentimientos de los personajes.
Al salir del cine, la lluvia, el frío y el hambre nos empujaron al Jaspas, el bar de fachada negra que queda justo enfrente del cine. La calle Hai Ba Trung estaba sorprendentemente vacía. Sólo nos encontramos unos militares que parecían estar disolviendo alguna actividad inapropiada. En la otra acera, las mujeres del Pho, nos miraban ansiosas, pero sin mucha esperanza de que optáramos por un Pho a la intemperie. Todas las mesas del piso superior estaban ocupadas por buscavidas y hombres de negocios que siguen a la caza de nuevas oportunidades, también por la noche. Nos sentamos en las mesas altas del fondo, prácticamente incrustados contra la barra. Pedimos un pescado rebozado y una pasta maratoniana. Hambrientos, nos terminamos los platos en un santiamén. La pequeña camarera vietnamita nos ofreció un postre sorpresa con más arte que inglés. Entendimos algo parecido al Broné. No sabíamos muy bien si se trataría de un brownie, una creme brulee o vete a saber qué. Finalmente hubo suerte, era una creme brulee. Dimos cuenta de la pequeña ración, ya con ganas de coger la moto de vuelta a casa y pensando en el frío de la vuelta. Nos analizaban las mismas caras de rusos y americanos, de unos cincuenta años, soltando carcajadas, entre tragos de cerveza y miradas a las chicas vietnamitas, las camareras o quien pasara demasiado cerca. En la calle, las mujeres se afanaban en recoger los diminutos taburetes rojos y azules de plástico. Los militares ya habían conseguido que este país fuera un poco más seguro. Nos acercamos al callejón entrecerrado de la Cinemateque en busca de la moto. Afortunadamente aún no habían cerrado. Me di un par de paseos infructuosos: la moto no estaba. Nervioso, se me pasa por la cabeza que nos la hayan robado. Miro al vigilante, también un hombre de unos cincuenta años, pero sin ganas de buscar oportunidades nocturnas o diurnas. El hombre, se me acercó e hizo como si buscara conmigo, como si realmente él supiera qué moto buscaba. Me dijo no sé qué, pero ni siquiera hice el esfuerzo de tratar de entender. Sólo quería encontrar la puta moto. Por fin, a unos cuantos metros de donde la aparqué, me encuentro nuestra Honda Wave, como todas las demás, de no ser por ese rastro blanco que le dejó nuestra pared un día. Le señalé la moto al vigilante, como pidiendo una explicación de por qué estaba ahí. Me miró, se partió de risa y, con el tono de "ya te lo estaba diciendo yo", me sacudió un azote en mi nalga izquierda. No un pequeño cachete, no. Un buen azote.

No admitimos ni a bajitos ni a daltónicos

En Macondo, digo en Vietnam, acaba de publicarse una circular que establece los criterios que determinan si un extranjero puede venir a trabajar o estudiar a Vietnam, digo Macondo, o si un vietnamita puede trabajar o estudiar en otro país.

No serán admitidas las personas que no lleguen al metro y medio y a los 45 kilos. Tampoco los daltónicos o los que sufran sordera o cataratas. Supongo que para evitar las malas influencias en la juventud vietnamita, no se aceptan estudiantes o trabajadores con tatuajes. Todavía más surrealista resulta la exclusión de los diabéticos o los que sufren artritis, psoriasis o migrañas. No se admitirá a los seropositivos y tampoco a los que tengan venas varicosas.

La circular es un recordatorio del país en el que vivimos, Macondo.

¿Cómo ven el mundo los chinos?

Estas frases extraídas del libro The Cambridge Illustrated History of China ilustra algunas diferencias de pensamiento y concepción del mundo entre el pensamiento occidental y el chino. Al mismo tiempo que los filósofos griegos construían las bases de nuestra concepción del mundo, los confucianos, legalistas y taoístas chinos hacían lo propio.

- En China asumen que el Universo se creó a sí mismo, sin la intervención de un creador, casi siempre presente en el pensamiento occidental.
- En lugar de centrarse en las causas y los efectos, los filósofos chinos se centran en las conexiones y relaciones entre las diferentes partes.
- Dado que asumen que el cosmos es un todo, los filósofos chinos no explican el mundo usando términos opuestos y excluyentes -vida y muerte; pensamiento y cuerpo; natural y sobrenatural-, sino a través de polaridades complementarias, entre la que destaca el yin y el yang.
- Los filósofos chinos aceptan que la familia es un bien natural, mientras que para la cultura griega la familia se queda en el espacio privado y no se convierte en el centro de la vida social. Los chinos asumen que la familia es el modelo de orden social y político. De ahí su preferencia por un gobernante autoritario, que asume que la obediencia y la jerarquía son tan importantes como dentro de la familia.
- Los pensadores chinos no respetan especialmente las leyes, que no se consideraban como inviolables o nobles. Más importante, no creen que las normas y leyes estén por encima del gobernante.
- Por último, en contraste con otras filosofías orientales, los chinos creen que la vida en este mundo puede mejorar. Esta idea, compartida con el pensamiento occidental, puede explicar el afán de la sociedad china por mirar atrás para mejorar el presente y el futuro.

lunes, 10 de enero de 2011

La torre de Babel (segunda parte)

Cinco vietnamitas, un tailandés-americano, una japonesa, un holandés y un español. No es un chiste. Peor, es una reunión. Se supone que hablamos el mismo idioma, inglés, pero las dificultades de comunicación se hacen evidentes. La japonesa, entre cabezada y cabezada, sugiere algunos cambios que no entiendo. Una vietnamita suelta una parrafada también incomprensible. Otro vietnamita sentado a su derecha responde con cara de desesperación: “pero, ¿qué quieres decir con todo eso?” Luego interviene él, con un estilo racional accesible para mí, pero, entonces son los vietnamitas los que pierden el hilo. Intervengo yo y alguien responde que no le ha quedado claro mi planteamiento. Dos horas después salgo de la reunión preguntándome si estaremos perdiendo el tiempo y si merece la pena el esfuerzo. Me vienen a la cabeza la torre de Babel y la película Lost in translation.

Pero algo dentro de mí se rebela: cuando nos enfrentamos a la incomprensión lo más sencillo es recluirnos en nosotros mismos, en lo conocido y no intentar entender al otro.

Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie.”

Aceptemos que no estamos hechos para ser dioses, pero seguramente Dios no se enfadará esta vez si intentamos entender al otro, aunque sea vietnamita, holandés o japonés y no se ría con mis chistes.