El niño bueno espera a que sus padres le digan qué puede hacer. No necesita muchas normas, porque, en general, no busca los límites. Pregunta siempre antes de actuar y se asegura de que su padre o su jefe estén de acuerdo. Eso sí, cuando eso ocurre, actúan sin dudarlo. A veces, parecen ser niños durante toda la vida.
El niño malo actúa a menos que su padre o su madre se lo prohiba. Necesita una lista interminable de reglas. Busca los límites de esas reglas. El jefe y el padre se las ven y se las desean para controlarles, para asegurarse de que estudian, de que cumplen... pero, a veces, les sorprenden con su iniciativa.
Los vietnamitas son niños buenos, que no necesitan prohibiciones. Se rigen con una lista de las cosas que SÍ pueden hacer. Lo que queda fuera, no se hace.
Los occidentales somos niños malos, siempre dispuestos a romper las normas, a buscarles las contradicciones. Nos movemos con una lista de las cosas que NO podemos hacer. Lo que no está prohibido, está permitido.
[Reflexión de una pareja occidental-vietnamita. Han vivido en Inglaterra, Estados Unidos y Vietnam.]
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