Francis Fukuyama escribió un libro titulado "El fin de la historia" que auguraba el final de las ideologías tras la caída del muro de Berlín. En la década de los noventa, su teoría disfrutó de éxito entre políticos y sociólogos. Últimamente, sin embargo, su teoría ha recibido más críticas.
Ayer, mientras escuchaba a una representante chino del Miniterio de Asuntos Civiles (Asuntos Sociales en España), se me ocurría otra interpretación a raíz del título del libro. En Europa Occidental y en Estados Unidos nos hemos acomodado en ese escenario del fin de la historia, como si ya todo estuviera sabido, como si no quedara nada por hacer. Las trincheras intelectuales ya están definidas y todos sabemos de antemano qué va a defender uno y otro lado. Ninguno quiere sorpresas.
¿Por qué pensaba esto? ¡Porque los chinos (y los vietnamitas) son diferentes! Probablemente por su percepción de que aún están en proceso de cambio, de que aún no han llegado a ese fatídico estadio del fin de la historia, donde todo se sabe, ellos prueban y corrigen. ¡Experimentan! La representante del gobierno contó hasta cinco programas piloto que habían probado en distintas regiones. Unos no daban los resultados esperados, así que se descartaban. Sin embargo, cuando uno se demostraba válido, inmediatamente se convertía en una medida nacional.
Prueba y error, experimentar y buscar alternativas. ¡Bah! ¡Con lo cómodo que se está en las trincheras del fin de la historia!
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